Por qué fotografiamos
Todos los días del año se toman millones de fotografías. Unos pocos lo hacen porque es su trabajo ser fotógrafos, otros pocos lo hacen porque tienen el hobby de la fotografía. Pero la enorme mayoría lo hace por impulso y porque no tiene prácticamente costo. En este punto quiero aclarar que esto no es un cuestionamiento, sino sólo una observación de la realidad.
Cuando sacamos una foto hay algo que nos impulsa a registrar, a congelar en el tiempo, una imagen que recortamos de la realidad que nos rodea. Puede ser un ser querido, un momento en nuestra vida, un paisaje, un evento, algo que nos gusta y muchas otras cosas que, de alguna manera queremos guardar y preservar del olvido. El contemplar más adelante en el tiempo esas imágenes nos hace evocar el momento, el ser querido que ya no está o, lo más común, que cambió y ya no volverá a ser como lo vemos en la imagen. Es más, no nos basta con guardar la foto sino que la enmarcamos (resaltándola así) y la colocamos en nuestras habitaciones para verlas cotidianamente y evocar conscientemente o no esos momentos de nuestra vida.
El gran fotógrafo norteamericano Ansel Adams (1902-1984) decía “Nunca una foto que tomamos es sólo para nosotros; es y debe ser algo que comunicamos y debe llegar al mayor número de personas posible sin perder su calidad o intensidad…A aquellos que se quejan que no hay gente en mis fotos les respondo, siempre hay dos personas: el fotógrafo y el espectador”.
Qué distantes parecen los días en que la gente se hacía retratar cada tantos años en el estudio de un fotógrafo, para documentar su nuevo estado civil o el nacimiento de un hijo. Pero esto era así hace menos de cien años y esas notables fotografías que nos muestran a nuestros antepasados, son un documento único e irrepetible que conservamos como un tesoro. Muchas de estas fotos están ambientadas, tal como se hacía cuando se pintaba un retrato, y la ambientación daba un marco de prestigio (muebles, decoraciones, etc). Además los fotografiados se vestían para la ocasión con sus mejores galas, dado que esto no ocurría con frecuencia. Las fotos de gente en exteriores y en ropa de calle comenzaron a difundirse cuando se volvieron accesibles para la clase media las cámaras de “cajón” (llamadas así por su forma prismática) o a través de los fotógrafos de plaza con sus cámaras “minuteras”.
El desarrollo de la fotografía tuvo un efecto democratizador, ya que antes tener un retrato implicaba contratar a un pintor y disponer del tiempo para posar, y esto sólo era accesible para la nobleza o la alta burguesía. Así la clase media y aún los más pobres comenzaron a acceder a ver sus rostros en el papel, enviárselo a un familiar distante o regalárselo a su novia/o. La foto familiar más antigua que poseo es de mi abuelo materno en traje militar en el año 1900. Me doy cuenta ahora que le gustaba verse fotografiado porque, a pesar de ser muy pobre, es uno de los familiares de quien más fotos tengo. Lástima que no lo puedo comentar con él!
Mi abuelo materno como soldado ruso (circa 1900)
Ya en la década de 1920 aparecieron en el mercado cámaras de gran calidad que usaban película de 35 mm y tenían excelentes lentes y sistemas mecánicos (por ejemplo las Leica). Pero su uso estaba restringido a fotógrafos profesionales o aficionados avanzados. En la década de 1940 se volvieron accesibles para la clase media las cámaras Kodak y eso permitió que las familias documentaran más frecuentemente los acontecimientos familiares, el crecimiento de los hijos y los viajes. No obstante el costo de la película, el revelado y las copias en papel limitaban la cantidad de fotos que se tomaban en cada ocasión. Gracias a la “pasión” fotográfica de mi suegro dispongo de fotos de mi esposa en distintas etapas de su niñez. Y recuerdo como en cada cumpleaños, aparecía con su cámara para inmortalizar el acontecimiento. Esa pasión, como si se tratara de algo genético, les fue transmitida a sus hijas que, ahora con la libertad que da la fotografía digital y los modernos teléfonos, disfrutan de fotografiar a hijos y nietos.
Marta y Leonor (1950)
Las fotos actuales resistirán el paso del tiempo?
De las escasas fotos disponibles de mis abuelos maternos (de mis abuelos paternos no tengo ninguna) hasta las incontables que les han tomado a mis nietos, hay un tremendo cambio tecnológico y de costumbres que me lleva a formularme varias preguntas. Tengo una foto en papel que tiene 117 años y la puedo seguir contemplando porque está en muy buen estado (incluso la digitalicé para compartirla con la familia). Las incontables fotos que tengo de mis nietos compartidas entre los celulares de la familia, estarán disponibles dentro de 117 años para que un descendiente interesado las pueda contemplar? Suponiendo que somos prolijos y tenemos las fotos ordenadas, los soportes digitales (diversos tipos de memoria) resistirán el paso de 117 años? Quizás esa facilidad para tomar y guardar las fotos con los celulares, no nos jugará en contra? Podría ocurrir que antes registrábamos para el futuro pocos momentos pero muy importantes, y ahora registramos muchísimos momentos, algunos importantes y otros no, pero que no se conserven para las futuras generaciones? No tengo respuestas para estas preguntas.
Qué pasa con las selfies?
Vemos diariamente que mucha gente, especialmente jóvenes, se dedica a autorretratarse. Usando su brazo o el famoso “selfie stick” (amado por muchos y prohibido en algunos lugares), disfrutan de ver su propio rostro en la pantalla, solo o acompañado. Es como un espejo que devuelve mi imagen, con la ventaja de conservar el instante y compartirlo con parientes y amigos, con tan sólo unos pocos clicks.
Qué nos impulsa a esto?, es la facilidad de tener en la cartera o el bolsillo un aparatito que lo puede manejar un niño o es el deseo de ver una y otra vez nuestro hermoso rostro? Será que el Smartphone despierta nuestro escondido narcisismo?
Es común ahora ver en los lugares turísticos gente que camina mirando la pantalla del celular mientras se filma un video que luego compartirá con muchísima gente, en el que se ve la cara del turista y escondido detrás el bello paisaje o el monumento que luego describirá como maravilloso. Es un primero yo, y luego el lugar.
Creo personalmente, que se trata de una versión actualizada de la tendencia de los adolescentes a pasar mucho tiempo mirándose en el espejo. Cuando pasan los años y uno se siente más seguro con su belleza relativa, pasan a tomar más relevancia los demás y los lugares y no tanto el propio rostro.
La gran diversidad en la fotografía
El campo de la fotografía es extraordinariamente diverso. Una prueba de ello es la categorización en por ejemplo:
Naturaleza, Viajes, Retrato, Periodismo, Documental, Sociales, Eventos, Música, etc, etc.
Al estar hoy la fotografía al alcance de muchísima gente y ser tan simple y económico tomar fotografías, la enorme mayoría de las tomas hoy son realizadas con las cámaras de los celulares y sólo se las contempla en pantallas. Esto es muy diferente a la necesidad que se tenía antes de volcarlas sobre papel, para poder verlas (una excepción eran las diapositivas).
Pero cuando uno asiste a una exposición de fotografías o mira un libro de un fotógrafo reconocido, accede a otro mundo. En él una gran parte de las fotografías son de gran tamaño, muchas en blanco y negro y se ven temas que tienen muy poco que ver con las fotos de los celulares o las cámaras de bolsillo (en franca desaparición). En el mundo de la fotografía artística pueden verse las cosas más diversas: bellos retratos, hermosos paisajes y también la pobreza extrema, los pueblos exóticos, imágenes abstractas, fotografías artísticamente intervenidas y una infinidad de otros temas. Lo que seguramente no vamos a ver, es la foto nuestra delante de un paisaje, un bebé sonriente o la selfie con los amigos.
Por eso más que negar la diversidad es conveniente aceptarla y luego elegir dentro de ella lo que más nos gusta, emociona o nos mueve a la reflexión.
La fotografía en un mundo cada vez más veloz
Uno de los cambios que se dieron al incorporarse la fotografía digital fue la de poder ver en el momento, aunque sea en la pantalla, la foto que acabamos de tomar. Mientras que en el pasado había siempre que esperar: a terminar el rollo y mandarlo a revelar y copiar para poder ver las fotos que tomamos, o peor aún en el caso de ciertas marcas de diapositivas que había que enviar a otros países para su revelado y luego de un mes (qué suspenso!) llegaba el maravilloso sobre con las diapositivas que podían mostrar algo hermoso o delatar fallas en la toma. En esa época hubo una excepción llamada Polaroid, que permitía tener inmediatamente una copia en papel de la foto. Lamentablemente la calidad no era muy buena y cada copia era cara, por lo que el sistema tuvo poca difusión. Hoy esas cámaras son objetos de culto.
La era digital dio respuesta a los ansiosos por ver la foto ya. Además permite a través de los celulares o las cámaras con wifi enviar la foto de inmediato a quien se nos antoje. Ya no es necesario organizar la reunión con parientes o amigos, para mostrarles las fotos del último viaje. Las van viendo a medida que el viaje transcurre. Esto calma la ansiedad, pero al mismo tiempo se pierde el efecto sorpresa.
Elogiando la selección
Hoy que es tan fácil y económico tomar cientos de fotos de familiares, amigos, lugares que visitamos, etc, surge el problema de que cuando las queremos mostrar, hay una asimetría entre el valor emocional que tienen para mí y para los que las miran. A mí me hacen evocar el momento en que las tomé, por ejemplo en mis vacaciones o cuando mi hijo era escolta de la bandera, mientras que para el que las mira no significan tanto y pronto estará deseando que termine pronto el desfile.
Por eso siempre recomiendo hacer una cuidada selección de fotos, descartando las muy parecidas, que muchas veces se sacan “por las dudas”, las mal iluminadas y otras que no agregan valor. No olviden que la gente “soporta” unas 100 fotos, como mucho, antes de cansarse y no las 857 que tomamos en nuestras últimas vacaciones.
Últimas reflexiones
La fotografía es maravillosa porque pone al alcance de la mayor parte de la gente una herramienta de mucho valor. Ella nos permite congelar la imagen de momentos inolvidables de nuestra vida familiar, encuentros con amigos, viajes, etc que crecen en valor emocional a medida que crecemos nosotros.
También es una herramienta para expresarse artísticamente y recortar de la realidad imágenes, que tratan de transmitir un mensaje a los demás. Con un cierto esfuerzo y entrenando el ojo para saber elegir el recorte de la realidad, podemos lograr fotos que trasciendan. Los únicos límites pasan a ser nuestro talento y el tiempo que le dediquemos.
Por último, sigan tomando muchas fotos, pero hagan una selección y guárdenlas lo mejor posible, porque no hay que perder la esperanza de que en el futuro algunos de nuestros descendientes quieran ver cómo lucíamos!
Jorge Mandelbaum (Junio 2017)
4 Comments
Felicitaciones por animarte, Jorge. Si bien conocía gran parte del material, volví a apreciarlo con renovado interes y con el deseo de conocer futuros trabajos tuyos relativos a la vasta temática que has elegido.
Muchísimas gracias Roberto por tu aliento para seguir trabajando.
Leí por ahí: Fotografiamos para afirmar lo que nos complace, para cubrir ausencias, detener el tiempo e ilusoriamente, posponer la ineludibilidad de la muerte…
Acabo de conocer a tu abuelo materno, su esencia su actitud están plasmadas… quién dijo que la vida biológica es la única manifestación de la vida..?
Hermosas tus palabras Graciela. Muchísimas gracias