Cuando comentamos sobre los diversos imperios que hubo a lo largo de la Historia, pocas veces viene a nuestra memoria el Imperio Portugués. Es muy interesante cómo se gestó dicho imperio, ya que anticipó al que más tarde fue el mayor imperio de los tiempos modernos, el Imperio Británico.
En esto tiene mucho que ver la particular geografía de Portugal, que fue determinante de su historia. Como todos saben Portugal se ubica en el extremo occidental de la Península Ibérica, que a su vez está en el extremo occidental de Europa continental. Es más, cerca de Lisboa está el Cabo Da Roca, extremo occidental de la Europa continental y en el sur, cerca de Sagres, está el extremo sudoccidental de la Europa continental, el Cabo Sao Vicente. Portugal es un país históricamente orientado al mar, y éste no sólo lo abastecería de su alimento, sino que le abriría el camino para llegar a los confines del mundo. Para ello debió desarrollar la navegación a vela, en una época (siglo XV), en que ésta era el medio más rápido para llegar a lugares lejanos.
Pero vayamos un poco más atrás en la Historia, para conocer algo del origen de los pueblos que habitaban el país. En la época de la llegada de los romanos (200 AC), este territorio estaba mayormente ocupado por los Lusitanos, un pueblo de probable origen celta, que peleó denodadamente contra los romanos tratando de preservar su libertad. A partir del 400 DC se producen la invasión de pueblos del Norte de Europa (Suevos y Visigodos), que es desplazada por la ocupación de toda la Península Ibérica por parte de los musulmanes, creándose los califatos de los que depende el territorio de Portugal.
Recién en 1139 nace el reino de Portugal, con Alfonso I como rey. Como ocurrió en toda Europa se alternaban períodos de paz con otros de conflicto, especialmente cuando ante la muerte de un rey se planteaban los conflictos por su sucesión. Así llegamos a comienzos del siglo XV durante el reinado de Juan I, uno de sus hijos, Enrique de Portugal (conocido ahora como Enrique el Navegante) le propone a su padre en 1414, armar una expedición marítima para conquistar Ceuta, en el norte de África, junto al Estrecho de Gibraltar. El éxito de la operación y el impulso que le dio al comercio, entusiasmaron a Enrique para desarrollar la construcción de barcos en el sur de Portugal, en el puerto de Lagos (Algarve). Así comenzó la llamada Era de los Descubrimientos, bastante antes del viaje de Colón de 1492.
Los portugueses se largan a explorar la costa occidental de África y así llegan, a veces por azar, a lugares no conocidos por los europeos como Madeira (1418) y Azores (1427), que en poco tiempo comienzan a poblar y explotar su capacidad agrícola. En la costa de África se atreven a doblar el cabo Bojador, considerado en ese tiempo el fin de la tierra conocida, y llegan a Guinea (1441) donde comienzan la explotación del oro y el tráfico de esclavos.
En 1487 Bartolomeu Dias llega con tres carabelas al Cabo de Buena Esperanza, en el extremo sur de África, y prueba la conexión entre el Atlántico y el Índico. A partir de ese momento se suceden las expediciones, ayudadas por los conocimientos astronómicos aportados por Abraham ben Zacuto, que en 1492 llega a Portugal, expulsado de España por ser judío. En 1498 el gran navegante Vasco da Gama llega a la India, probando que esa ruta bordeando el sur de África era factible. En el año 1500 parte una gran expedición hacia la India, pero varias naves son desviadas hacia el oeste llegando a la costa de Brasil, encontrando así el mayor tesoro del Imperio Portugués. Alentados por tantos éxitos, los portugueses se atreven a más y así se convierten en los primeros europeos en llegar a Japón, estableciendo un puesto comercial en Nagasaki.
Es así como en el siglo XVI Portugal y España son los dos mayores imperios del mundo, y ostentan el dominio de los mares. Esto, como era de esperar, genera la envidia de otras potencias marítimas como Inglaterra, Países Bajos y Francia, que también comienzan a comerciar por todo el mundo y quieren quitarle a España, y al más débil Portugal, parte de ese inmenso poder económico. Esto comenzó a ocurrir durante el período en que España asumió el control de Portugal (1580-1640). Cuando se restablece la monarquía en Portugal al asumir Juan IV, comienza un proceso por el cual una gran cantidad de portugueses emigran a Brasil. Al mismo tiempo Portugal comienza a ceder gran parte de sus enclaves en la India y en el sudeste asiático (con excepción de Macao y Timor oriental), y concentra su imperio en Brasil y África (Guinea-Bissau, Mozambique, Angola, Cabo Verde).
Tal como ocurrió con otros imperios, el flujo de riquezas desde las colonias le permitió a Portugal expandir y embellecer sus ciudades. En 1502 el rey Manuel I decide homenajear a Vasco da Gama por su descubrimiento de la ruta marítima a la India, y para ello construye el impresionante, por su extensión y riqueza arquitectónica, “Mosteiro dos Jerónimos” (Monasterio de los Jerónimos) en Belém, en las afueras de Lisboa.
Permitió también la reconstrucción de Lisboa luego del devastador terremoto e incendio de 1755, con una interesante planificación que le dio a la zona céntrica (Baixa), el homogéneo aspecto que vemos hoy.
Los portugueses, si bien se centraron mucho en el comercio y en la explotación de las riquezas de sus colonias, también llevaron aspectos de su cultura. Es interesante descubrir por ejemplo en la arquitectura de las ciudades coloniales, características similares a las que encontramos en Lisboa. Veamos algunos ejemplos:
En los tres ejemplos observamos que se repite el tipo de pavimento con una decoración ondulada.
A veces el proceso es inverso, y la metrópoli adopta una solución ya implementada en la excolonia. Esto ocurre con el Elevador Lacerda inaugurado en Salvador (Bahía, Brasil) en 1873, para conectar la Ciudad Baja con la Ciudad Alta y el Elevador de Santa Justa que conecta los barrios Baixa Pombalina y Chiado en Lisboa, que se inauguró en 1902. Ambos se han convertido en íconos de sus ciudades y por eso son una atracción turística.
La primera mitad del siglo XIX fue un período muy turbulento en la historia de Portugal, con conflictos asociados a la invasión napoleónica y la huida de la casa real a su colonia Brasil, la declaración de independencia de Brasil en 1822 (bajo la forma de una monarquía), la aprobación de una Constitución en Portugal, etc.
En este contexto María II de Portugal, de 16 años, se casa en 1836 con el Príncipe Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha. El Príncipe descubre, en un paseo con su esposa, Sintra, una pequeña villa situada en una serranía a 25 Km de Lisboa. Decide construir allí un palacio de verano, sobre las ruinas de un monasterio, y para ello llama a un arquitecto alemán. Ambos, influidos por el Romanticismo vigente en el siglo XIX, crean una obra monumental y exótica por la yuxtaposición de los más variados estilos: neoislámico, neogótico, neorrenacentista y manuelino. Ubicado sobre la sierra de Sintra, con su exuberante vegetación, el Palacio da Pena constituye un ícono del lugar, y una de las principales atracciones en las afueras de Lisboa. Es un lugar que puede gustar o no, pero lo innegable es que produce un fuerte impacto por la combinación de estilos y el intenso colorido.
A comienzos del siglo XX Portugal se convierte definitivamente en una República, pero sigue un período de gran inestabilidad política, hasta que en 1926 se produce un golpe militar de derecha. De ese golpe surgirá en pocos años Antonio de Oliveira Salazar, quien gobernará Portugal con mano dura entre 1932 y 1968. Recién su régimen será derrocado por los militares en 1974, y en buena medida ocurrió por el desgaste producido por las guerras para retener las colonias africanas. En 1975 se completa la independencia de las colonias africanas y años más tarde Portugal acuerda la cesión a China de Macao, concretándose en 1999. Llega a su fin así uno de los imperios más extendidos en el espacio y en el tiempo (1415-1999).
Quizás la melancolía por la progresiva pérdida del Imperio, influyó para darle ese tono triste a la música más representativa de Portugal, el fado.
8 Comments
Muy interesante Jorge, Descubrí una hermosa arquitectura que no conocía . Gracias
Gracias Tomás, qué bueno que te haya gustado
Que interesante relato de un imperio vastamente extendido. Imagenes educativas que acompañan un rico texto
Gracias
Me alegra que te haya gustado Julio. Gracias a vos
¡Excelente; Jorge! Has hilvanado con mucha claridad y amenidad el proceso de formación y disolución de un imperio cuyo poderío me cuesta asociar con el Portugal del presente.
Muchas gracias Elsa por tu comentario. Qué bueno que te gustó!