En entradas anteriores hemos visto que en Europa, el tema de la lengua en que se habla, es un problema de primer orden. En un mundo hiperconectado como el actual, pareciera que la tendencia tendría que ser a la reducción del número de lenguas vigentes. Sin embargo, la lengua pasa a ser una parte de la identidad de los pueblos, y esto afecta la organización política de los países. La misma termina adaptada, para respetar la lengua con que se identifica una parte de la población.
El caso de Bélgica es un ejemplo de país dividido por la lengua y su capital, Bruselas, muestra los esfuerzos que se realizan para unir sus partes. El origen, como siempre es histórico y, en el caso de Bélgica, surge de un país joven para los standards europeos. En 1830, la Revolución Belga provoca la separación de la región sur del Reino Unido de los Países Bajos y se crea un país independiente, católico y con un gobierno provisional llamado Bélgica. Al año siguiente se instaura una monarquía constitucional y una democracia parlamentaria coronándose Leopoldo I y quedando Bruselas como capital. Esta organización política fue mejorándose en períodos sucesivos, llegando hasta la actualidad. El problema es que Bélgica surgió como unión de dos regiones con significativas diferencias de lengua, Flandes en el Norte con la lengua neerlandesa, Valonia en el Sur con lengua francesa, y una pequeña minoría de habla alemana en el Este.
El país nació como francófono, a pesar de que en 1831 más del 50% de la población hablaba neerlandés, porque la élite que formaba la administración del gobierno era francófona. Esta injusticia lingüística generó tensiones y una serie de cambios entre 1970 y 1990, para aumentar la autonomía cultural de las regiones en conflicto. Hoy Bélgica es un país cuya capital Bruselas, que está enclavada en Flandes, es bilingüe. Pero si uno viaja hacia Valonia los carteles están en francés y si nos movemos en Flandes, están en neerlandés. Es un tema delicado porque las disputas han llevado a la creación de partidos políticos que proponen la separación de las dos regiones, formando países independientes.
Hay también algunas diferencias de tipo económico, la región de Flandes es la más industrializada y la de Valonia más agropecuaria, aunque en los últimos tiempos se han impulsado allí industrias tecnológicas.
Bruselas es una muy atractiva ciudad, plena de vida, multicultural y con un gran atractivo gastronómico. Bélgica ha sido un país pionero en la creación de la Unión Europea (UE), y es la sede de varias de las más importantes instituciones de gobierno de la UE. Esto ha convertido a Bruselas de oficio en la Capital Europea, lo que le da un carácter internacional de gran importancia.
Recorriendo Bruselas
Al llegar a Bruselas es difícil resistir la tentación de ir directamente a conocer la Grand Place, una de las más bellas plazas de Europa. Creo que lo mejor es ir y luego volver a este lugar a distintas horas del día, para poder apreciarla debidamente.
El origen de la Grand Place (Grote Markt en neerlandés), se remonta al siglo XI y fue cobrando importancia como sitio comercial por la cercanía con el río Senne, navegable por pequeños barcos. Hacia el siglo XVII la ciudad pertenecía a los Países Bajos Españoles y fue atacada e incendiada (la mayor parte de las casas eran de madera) por el ejército francés en 1695, en el contexto de la Guerra de la Liga de Augsburgo. Los edificios alrededor de la plaza pertenecían a ricos comerciantes y a los diferentes gremios. Salvo el Ayuntamiento, que se salvó del ataque, el resto de los edificios fueron vueltos a construir en piedra en un período de pocos años (casi todos tienen en el frente el año de construcción). Como consecuencia tienen un estilo barroco muy homogéneo y una rica ornamentación, que vuelve al conjunto sumamente atractivo.
El Ayuntamiento se destaca por su tamaño y la altura de su torre (96 m). Fue construido en la primer mitad del siglo XV y además de su imponencia, llama la atención una cierta asimetría (la torre no está en el centro).
Muchos de los edificios de los gremios tienen estatuas que aluden a la profesión. Gran parte del atractivo tiene que ver con que hay diversidad, combinada con una gran armonía del conjunto edilicio.
Otro edificio muy destacado es la Casa del Rey, que actualmente alberga el Museo de la Ciudad de Bruselas. Fue reconstruido en el siglo XIX en estilo neogótico.
La zona alrededor de la plaza es muy popular entre los turistas. Sus calles ofrecen múltiples alternativas para probar ricas comidas y la enorme variedad de cervezas que ofrecen los belgas. No debemos olvidar que la cerveza es la bebida nacional, y hay más de cien fábricas de cerveza que producen cada una sus variedades. La producción de cerveza fue en la Edad Media un privilegio de los monasterios. Aún al día de hoy hay cervezas artesanales asociadas a determinados monasterios.
Los belgas se atribuyen la invención de uno de los platos con mayor difusión en el mundo: las papas o patatas fritas. Es frecuente comerlas en Bruselas en la combinación conocida como “moules-frites”: mejillones servidos en una olla con guarnición de papas fritas.
Otra especialidad belga es la elaboración de chocolate en sus diversas presentaciones.
Los belgas han entronizado como símbolos de Bruselas la Grand Place, el Atomium y el Manneken Pis.
Esta pequeña estatua en bronce (55 cm de alto), instalada en una esquina cercana a la Grand Place, es uno de las atracciones turísticas más visitadas. Como se puede ver, se trata de un niño desnudo orinando en el cuenco de una fuente. La estatua data de 1619 y logró sobrevivir a robos, guerras y vandalismos desde entonces. Es famoso también por su vestuario de más de mil trajes, que se guardan en un museo y que luce habitualmente.
En acuerdo con los tiempos actuales, el Manneken Pis tiene desde 1987 su contraparte femenina: Jeanneke Pis, aunque por ahora no es tan famosa.
Otro lugar para no perderse son las Galeries St-Hubert. Fueron de las primeras galerías comerciales de Europa, inauguradas en 1847.
Tienen en total unos 200 m de largo y la característica principal es su bóveda de cristal, que permite la llegada de la luz natural pero no la lluvia.
Saliendo del Centro Antiguo hay pequeñas colinas como el Mont des Arts con bellos jardines y edificios.
Desde allí nos acercamos al imponente Palacio Real de Bruselas, residencia oficial de la familia real, aunque el Rey de Bélgica lo utiliza sólo para funciones de Estado. Frente al Palacio Real está el Parque de Bruselas y en el otro extremo el Parlamento Federal, representando así el carácter de Bélgica como monarquía constitucional.
En las cercanías está la zona de Sablon, con las plazas de Grand Sablon y Petit Sablon que flanquean la Iglesia de Notre Dame du Sablon. Es un área caracterizada por refinadas residencias, buenos restaurantes y anticuarios. En la plaza Petit Sablon se rinde homenaje a los Condes de Egmont y Horn que fueron ejecutados por rebelarse contra la dominación española.
Bélgica estuvo por muchos años influida por Francia y, en particular, por París y su arquitectura. Esta influencia se manifestó también con el Art Noveau, y Bélgica hizo un gran aporte a través del arquitecto Víctor Horta (1861-1947). Horta diseñó y construyó numerosos edificios, mayormente en Bruselas. Varios de ellos han sido declarados Patrimonio Mundial de la UNESCO. Uno que es posible visitar es el hoy Museo Horta, que es el conjunto edilicio que Horta diseñó como vivienda para su familia y al lado su estudio profesional.
El edificio fue construido entre 1898 y 1901 y ya desde la fachada se observa la clara diferenciación entre la vivienda familiar (izquierda) y la parte de uso profesional (derecha). Horta no sólo diseñó el edificio sino también la decoración y el mobiliario.
Es un notable ejemplo de Art Noveau llevado a su máxima expresión. La combinación de hierro y vidrio en elegantes curvas le da al conjunto una fina elegancia.
Se destaca especialmente la caja de escalera con su iluminación cenital, su elaborada baranda y los espejos que multiplican imágenes.
Para los amantes del Arte, Bruselas ofrece su Museo de Bellas Artes que incluye dos museos conectados, el de Arte Antiguo (hasta siglo 19) y el de Arte Moderno. Los belgas han contribuido en forma significativa al movimiento Surrealista a través de René Magritte (1898-1967) y Paul Delvaux (1897-1994) y en este museo se pueden ver obras de estos pintores.
Pero Magritte tiene también un museo dedicado a él, donde se muestra una buena parte de su obra.
Bruselas ofrece a los viajeros interesados, museos muy importantes dedicados al mundo de la Historieta (Comic) o del Automóvil.
Ya hemos visto dos de los tres monumentos icónicos de Bruselas, La Grand Place y el Manneken Pis. Nos queda el Atomium, una impresionante estructura que está en las afueras de Bruselas. Es un monumento símbolo que fue construido para la Exposición Universal de Bruselas de 1958, y se convirtió en una de las atracciones favoritas de Bruselas. Mide 102 m de altura y sus 9 esferas de 18 m de diámetro están conectadas por tubos que permiten circular y llegar a la esfera más alta, que tiene restaurante y mirador.
Su forma representa un cristal de hierro ampliado millones de veces. El objetivo fue, en su momento, simbolizar el progreso científico y tecnológico y el uso pacífico de la energía nuclear.
Visitar Bruselas nos permite conectarnos con su interesante Historia, su Arte y lo controversial de su problema lingüístico. Más allá de todo esto, es una ciudad vibrante y culta que nos ofrece atractivos gastronómicos, su infinita variedad de cervezas y sus deliciosos chocolates.
4 Comments
Magnifica visita a Bruselas con su novedad.Gracias
Muchísimas gracias Julio por tu comentario
Magnifico recorrido Jorge, no conozco y merece incluirse en un futuro tour, la Grote Markt esta mencionada en referencias historicas de Baruj Spinoza
Me alegra que te haya gustado. Muchas gracias por tu comentario