Hay lugares que invitan a bajar el ritmo y disfrutar lentamente, como degustando, sus calles, edificios, plazas, etc. Uno de ellos es Delft, en los Países Bajos. En su centro antiguo, en sus calles con canales, es como si el tiempo se hubiese detenido, la gente camina o anda en bicicleta y, como el turismo no es masivo, no vemos gruesos contingentes invadiendo las calles y negocios. Los neerlandeses son muy activos, pero lo hacen de manera discreta
La ciudad de Delft, cuyos orígenes se remontan al siglo XI, se convirtió en una de las más importantes ciudades de los Países Bajos durante los siglos XIII y XIV, sobre la base de la manufactura de indumentaria y su producción de cerveza. Hacia 1572 el Príncipe Guillermo de Orange se instala en Delft, para conducir la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648) y liberarse de la corona española. El Príncipe es asesinado en 1584 y sepultado en la Niewe Kerk (Iglesia Nueva), dando origen a una tradición para la Casa de Orange (dinastía que reina en los Países Bajos), que continúa hasta hoy.
El siglo XVII, al igual que en otras ciudades de los Países Bajos, fue un período de florecimiento en Delft. Las Provincias Unidas se convierten en una potencia marítima con colonias en América y Lejano Oriente, y el comercio internacional hace que prosperen ciudades como Delft, conectada al mar mediante un canal. También se instala allí una sede de la Compañía de las Indias Orientales y comienza el auge de la famosa Porcelana de Delft.
En un principio la influencia provino de la cerámica alemana y las mayólicas italianas. Más tarde, a través del activo comercio con China, reciben su influencia y desarrollan un estilo característico, de fondo blanco y decoración en azul que los hará famosos en toda Europa, llevando gran prosperidad a los artesanos de Delft. El auge de la Porcelana de Delft alcanza su cumbre a comienzos del siglo XVIII, comenzando luego un declive que hace que hoy sobreviva una sola fábrica de estos bellos objetos.
Volviendo al siglo XVII, además de la prosperidad, surgen tres figuras en Delft que tendrán gran trascendencia:
Hugo de Groot (conocido como Grotius) (1583-1645) fue un jurista, teólogo, filósofo y poeta que sentó las bases del Derecho Internacional. Su obra más famosa es Del Derecho de la Guerra y de la Paz.
Johannes Vermeer van Delft, conocido como Jan Vermeer (1632-1675) fue un extraordinario pintor cuya obra, limitada a alrededor de 36 obras autenticadas, fue valorada localmente en su momento. Esto no impidió que el artista falleciera relativamente joven y pobre (43 años), sin imaginar que su obra recién sería apreciada plenamente a partir de fines del siglo XIX.
Anton van Leeuwenhoek (1632-1723) fue un comerciante de telas que, para mejor apreciar la calidad de las telas que vendía, desarrolló mejoras en las lupas existentes y luego microscopios cada vez más potentes (del orden de 200x). Esto le permitió ser el primero en observar bacterias y otros microorganismos, que lo motivaron a dejar el comercio y tomar un empleo municipal, que le permitía tener tiempo libre para la investigación. Se lo suele conocer como el “Padre de la Microbiología”.
Uno de los aspectos más interesantes de Delft, es que se ha conservado su importante centro histórico tal como lucía en su época de esplendor. Hacia fines del siglo XVII Delft pierde importancia frente a las ciudades cercanas de La Haya, que pasa a ser el centro de gobierno, y Rotterdam, que se convierte en la gran ciudad portuaria. Actualmente, junto a la ciudad antigua, ha crecido una ciudad moderna impulsada por destacados centros universitarios como la TU Delft (Universidad Técnica de Delft), que es famosa a nivel mundial en campos como Arquitectura, Ingeniería Civil, Hidráulica, etc. Esto hace que la ciudad tenga una población joven y dinámica.
Normalmente el recorrido por el centro histórico comienza en la Plaza del Mercado con su amplia explanada, que tiene el Ayuntamiento en un extremo y la Nieuwe Kerk (Iglesia Nueva) en el otro. La plaza está rodeada por casas del siglo XVII, hoy convertidas en negocios y restaurantes. La Iglesia Nueva, construida en 1381, se llama así para distinguirla de la Oude Kerk (Iglesia Vieja) del siglo XIII, que está a corta distancia y junto a uno de los canales.
Muchas de las casas tienen entrada por una calle y salida al canal (un anticipo de las actuales Marinas?). Es importante recordar, que los canales proporcionaban en esa época el medio más eficiente para trasladarse y transportar mercaderías hacia otras ciudades, y a los puertos para el comercio internacional.
El tiempo parece haberse detenido en las callecitas y uno imagina sin esfuerzo a los personajes que aparecen en las pinturas de Vermeer o de Hoogh.
Muchos ven a Delft como un lugar para hacerse una escapada desde Amsterdam, por unas horas o para pasar el día. Hace mucho tiempo atrás es lo que hice, pero en el último viaje a esta región invertí los roles, y tomé a Delft como base para recorrer por el día Rotterdam, y para visitar un par de museos en la cercana La Haya (Den Haag). Vale recordar que ambas ciudades están a 15 minutos en tren desde Delft.
Recorriendo las calles de Delft uno encuentra muchas citas a su ilustre hijo Jan Vermeer, pero si uno quiere ver algunas obras originales de este pintor, no queda otra que ir al Museo Mauritshuis de La Haya. Allí encontraremos algunas de las obras más famosas de Vermeer: “La joven de la perla” y la “Vista de Delft”. Son obras emblemáticas que han adquirido una gran popularidad, en buena medida por haber influido en obras de otros artistas. Así, La joven de la perla ha fascinado a la escritora Tracy Chevalier, lo que la llevó en 1999 a publicar una novela con el mismo título que, ante su éxito, fue llevada al cine en 2004.
Este cuadro no es el retrato de una persona determinada sino un “tronie”, tipo de estudio que hacían los pintores demostrando su habilidad pictórica. Según los expertos hay varios elementos que hacen atractiva a esta obra, la mirada que nos interpela, los labios levemente entreabiertos y húmedos que sugieren que está por decirnos algo, la suavidad que transmite su rostro, el exótico turbante y la gran perla que atrapa nuestra vista. La suave luz que baña el rostro contrasta con el fondo oscuro y resalta el rostro.
La Vista de Delft transmite tranquilidad a quien la observa. Esto lo logra Vermeer desarrollando tres franjas horizontales: el agua con sutiles reflejos de los edificios, la ciudad misma, individualizada por la silueta inclinada de la Iglesia Vieja y finalmente un amplio cielo con nubes, que genera un juego de luces y sombras.
Esta obra debe parte de su popularidad a las referencias que hace el escritor Marcel Proust, en su monumental obra “En busca del tiempo perdido”.
Las obras de Vermeer tienen un cierto misterio que las hace especialmente atrayentes. Es muy poco lo que se sabe de su vida: su padre vendía telas y administraba una posada frente al mercado de Delft. En ella exhibía pinturas que estaban a la venta y que pueden haber inspirado la vocación del joven Jan. Se casó a los 21 años con una joven católica de buena posición, y muy probablemente por exigencia de su suegra se convirtió al catolicismo y se mudó al barrio católico de Delft. El matrimonio tuvo 15 hijos, de los cuales 11 sobrevivieron al nacimiento. Se sabe que Vemeer fue admitido en el gremio de los artistas plásticos de San Lucas y llegó a ser decano del mismo. En ese tiempo eran muy demandadas las pinturas de género y los retratos, ya que a la próspera burguesía de los Países Bajos le gustaba ser retratada, y también exhibir en sus paredes imágenes que mostraran escenas de interior, con mujeres ricamente ataviadas. El problema con Vermeer era que, a diferencia de otros pintores de su tiempo, producía pocas obras por año y, si bien lograba mejores precios que otros, no le alcanzaba para sostener a su numerosa familia.
Vermeer fue un maestro en captar el instante en escenas cotidianas, la sensación de que algo está por ocurrir y que nunca lo sabremos. Además es extraordinaria su forma de captar la luz que ilumina lateralmente muchos de sus interiores y su rigor en el manejo del color.
En el siglo XVII se asociaba la creación de música con el cortejo, y la joven parece mirarnos como espectadores que interrumpimos un momento privado.
Cuando se revisa la corta obra de este artista, se encuentran tan solo dos paisajes urbanos, unas pocas obras históricas o religiosas y la mayor parte la constituyen escenas de interior, mayormente con mujeres, pero sin ser retratos de personas reales. Tienen un lugar destacado varias obras donde las mujeres aparecen asociadas a instrumentos musicales, y también las dos obras donde exalta el valor de la ciencia (“El astrónomo” y “El geógrafo”). Otra característica es su pequeño formato.
La crisis económica que trajo la guerra contra Francia en 1672, impactó fuerte en su familia y comenzó a endeudarse, para finalmente fallecer en 1675 con tan solo 43 años y quedando su familia en la ruina.
Su obra quedó en el olvido, y fue recién en la segunda parte del siglo XIX que el crítico francés Thoré-Bürger comenzó a publicar artículos exaltando a Vermeer y su obra. Esto atrajo el interés de un público más amplio y disparó el estudio especializado de la obra. Los expertos dedicaron mucho esfuerzo para autenticar las obras, ya que había al mismo tiempo obras de Vermeer adjudicadas a otros pintores (para mejorar su precio) y falsificaciones. Poco a poco los grandes museos del mundo fueron comprando las obras en manos de particulares. La última, que salió a subasta en el año 2004 (“Mujer joven sentada al virginal”), alcanzó el precio de treinta millones de dólares.
Es casi imposible reunir en una exposición la obra de Vermeer, pero aunque no sea lo mismo que ver en forma presencial estas pinturas, hoy la tecnología permite reunir toda la obra en formato digital. Al que le interese profundizar el tema, le recomiendo entrar al proyecto elaborado por Google Arts and Culture por medio del siguiente link:
https://artsandculture.google.com/project/vermeer
A pesar del reducido número de obras que pintó, de su pequeño formato, de no haber incursionado en el dibujo y el grabado, como muchos de sus contemporáneos, Vermeer dejó una huella imborrable en la Historia del Arte. Nació, vivió y murió en Delft, siendo sepultado en la cripta de la familia de su esposa en la Oude Kerk (Iglesia Vieja). Por todo esto Vermeer se convirtió en un hijo dilecto de su ciudad, y allí así se lo venera, a pesar de no contar con ninguna de sus obras.
8 Comments
Felicitaciones Jorge. Muy buena la semblanza de Delft, el encanto que se percibe en sus descripciones y el acercamiento a las valiosas pinturas de Jan Vermeer. Para mí fue un bello descubrimiento y lo disfruté enormemente.
Muchas gracias Roberto! Es una joya del arte la obra de Vermeer.
Excelente descripcion.- Hermosa ciudad que conocimos atraidos por sus porcelanas, coincido con las descripciones de la misma, bellisima impresion, Aprendi sobre Vermeer, gracias, abrazo
Muchas gracias Leo por tu comentario
Muy bueno!!!! Vermeer es ualn artista inigualable!!!!!!
Totalmente de acuerdo. Muchas gracias Alberto
Muy buena explicación de tan hermosa ciudad y tan magnificos artistas Jorge, gracias
Me alegra que te haya gustado Tomás. Gracias por tu comentario