Así como escribo sobre ciudades que he conocido en mis viajes, me pareció justo esta vez dedicar la entrada (post) a la ciudad en que vivo y, en particular, a un barrio que suelo caminar con frecuencia. Muchas veces nos ocurre que no valoramos los aspectos bellos del lugar en que vivimos, justamente porque los vemos casi todos los días.
Recoleta es uno de los 48 barrios en que está dividida oficialmente la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Cada barrio tiene características propias determinadas por el espacio físico, la arquitectura, el comercio y la gente que lo habita. Pensando en las características de Recoleta, se me ocurre que algo que define al barrio es su arquitectura. Hay una impronta del estilo francés del siglo XIX, que es más intensa en este barrio que en el resto de la ciudad. Para entender las razones, es siempre bueno recurrir a la Historia de Buenos Aires.
Buenos Aires fue fundada por segunda vez por Juan de Garay en 1580, tras la frustrada fundación por Pedro de Mendoza en 1536. Llegó desde Asunción del Paraguay con un grupo de 300 personas, mayormente guaraníes, que se constituyeron en los primeros habitantes de la ciudad. Como era habitual, Garay dividió en parcelas el territorio de la nueva ciudad, asignándose las parcelas a los miembros de la expedición. Le correspondió a Rodrigo Ortiz de Zárate la zona donde hoy está el centro del barrio de Recoleta.
Recién a comienzos del siglo XVIII una orden Franciscana, recibe en donación una parcela en esa zona, y deciden construir un Convento de los Padres Recoletos junto a una iglesia dedicada a Nuestra Señora del Pilar y un cementerio. De este hecho proviene el nombre del barrio y del cementerio. La zona siguió siendo un suburbio de quintas, junto a la barranca que daba al Río de la Plata.
La ciudad de Buenos Aires creció lentamente durante el período de la Colonia, en 1810 ocupaba unos 6,15 Km2 y la habitaban 44800 personas. Luego de 1853, coincidiendo con la normalización institucional del país, se produce un aumento significativo de la población, asociado a una importante ola inmigratoria de Europa. En 1871 se produce un hecho determinante para la configuración futura de la ciudad, la Epidemia de Fiebre Amarilla.
Esta enfermedad ya se había visto en Buenos Aires desde 1852, en forma de epidemias más limitadas. Pero en 1871 provocó un desastre, matando unas 14000 personas (la mayoría en los estratos más pobres) y provocando un éxodo masivo de población, que huía al campo o a otras ciudades, tratando de evitar el flagelo (en un momento dado sólo quedó un tercio de la población). La epidemia tuvo su pico durante Semana Santa (principios de Abril) y recién terminó a fines de Mayo con la llegada del frío.
Hoy sabemos que esta enfermedad viral es transmitida por la picadura de un tipo de mosquito (Aedes Aegypti), que en muchos casos llegaba con barcos provenientes de Brasil donde la enfermedad era endémica. La ciudad se había expandido de la actual Plaza de Mayo, mayoritariamente hacia la zona sur (actuales barrios de San Telmo y Barracas). Las familias más acomodadas tenían sus casas en San Telmo, y más hacia el Riachuelo vivían las familias más pobres, muchos de ellos inmigrantes europeos. La situación sanitaria era grave ya que sólo una parte de la población disponía de agua potable y las napas de agua estaban contaminadas por la ausencia de cloacas. Los inmigrantes vivían hacinados en inquilinatos y el Riachuelo estaba contaminado por los residuos de mataderos y saladeros. Un cronista de la epidemia (Mardoqueo Navarro) escribió: …Los negocios cerrados, calles desiertas. Faltan médicos, muertos sin asistencia. Huye el que puede. Heroísmo de la Comisión Popular… (suena bastante actual…).
Cuando finalmente terminó la epidemia, el gobierno encaró un plan para dotar de agua potable a la población, construir cloacas y desagües y pavimentar las calles. Pero la población más acomodada ya no quiso regresar a su antiguo barrio y decidió que la zona de Recoleta, más alta y más alejada del Riachuelo era más adecuada para construir sus nuevas residencias.
Las últimas décadas del siglo XIX se caracterizaron por profundos cambios en el país. Por un lado la apropiación del territorio como resultado de la Campaña del Desierto y la expansión de la red de ferrocarriles, diseñada de modo de colaborar con el modelo agroexportador. Por otro la llegada masiva de inmigrantes mayormente europeos, atraídos por las posibilidades que ofrecía un país en expansión. Para tener una idea aproximada del peso de la inmigración, en 1914 había en Buenos Aires 1.575.814 habitantes, representando los extranjeros más del 50%.
Todo este proceso se tradujo en el surgimiento de una clase alta terrateniente, poseedora de extensos campos en la pampa húmeda (en varios casos más de 100000 Ha) dedicados a la agricultura y la ganadería, orientados mayormente a la exportación a Europa de sus productos. Esta clase alta comenzó a viajar a Europa, donde pasaba largas vacaciones y, en particular quedó fascinada con París, una ciudad que exhibía a fines del siglo XIX las reformas encaradas por el Barón Haussmann (ver la entrada “La transformación de París”). Esto hizo que muchas familias tradicionales quisieran replicar en sus mansiones de Recoleta lo que veían en París, recurriendo incluso a contratar arquitectos franceses para el diseño y construcción de sus casas.
Las clases dirigentes del país y de la ciudad estaban muy vinculadas con esa alta burguesía terrateniente y por lo tanto compartían el entusiasmo por convertir a Buenos Aires y al naciente barrio de Recoleta en una modesta réplica de París, la ciudad que tanto admiraban.
En 1883 el Presiente Julio A. Roca designa al primer Intendente de Buenos Aires, Torcuato de Alvear miembro de una de las familias tradicionales. Su padre, Carlos María de Alvear, era un militar, político y diplomático de larga trayectoria y uno de sus hijos, Marcelo T. de Alvear fue Presidente de la Nación, representando al partido radical en el período 1922-28. En su gestión se realizaron muchas obras para realzar la ciudad y mostrar el potencial de un país que crecía rápidamente. Imitando a Haussmann abre nuevas avenidas, crea o mejora los espacios verdes y se alienta la construcción de edificios privados.
Uno de los conceptos que empezaron a imponerse en las ciudades en esa época, era el tener grandes espacios verdes con un triple propósito: purificar el aire (“pulmones de la ciudad”), ofrecer a los vecinos un lugar de esparcimiento y embellecer la ciudad. Si en Buenos Aires hoy disfrutamos de bellos parques y plazas, eso se lo debemos mayormente al trabajo de un hombre infatigable, el arquitecto y paisajista francés Carlos Thays (1849-1934). Nació y se formó en París, pero en 1889 lo contrataron por un año para realizar el Parque Sarmiento de Córdoba. Pensaba regresar a Francia, cuando le ofrecen el cargo de Director de Parques y Paseos en Buenos Aires. A partir de entonces diseña o remodela 69 parques o plazas en Buenos Aires y 16 en el interior del país, viajando por distintas regiones para estudiar la flora y elegir las especies de árboles con las cuales decora las calles y parques. Cuando disfrutamos a partir de Octubre la sucesiva floración de lapachos, jacarandás, tipas, ceibos y palos borrachos, es el resultado de los viajes de Thays al Norte Argentino que los eligió para nosotros. No es frecuente encontrar ciudades con tantos árboles como Buenos Aires, Thays le agregó 150000 árboles, además de crear el Jardín Botánico, un refugio verde en la ciudad.
Para tener una idea de la magnitud de la expansión económica de estos años, podemos decir que entre 1870 y 1914 la economía tuvo un crecimiento promedio de más del 5% anual y el ingreso per cápita era comparable al de Francia y Alemania y superior al de Italia y España. Todo esto se explica por el desarrollo agrícola y ganadero, ya que el peso de la industria en esa época era poco significativo. Como la distribución del ingreso era muy desigual, las familias propietarias de los emprendimientos agrícolas eran muy ricas, y querían vivir de acuerdo a su posición económica y social. Por eso comenzaron a construir mansiones imitando lo que veían en sus largos viajes por Europa y especialmente por Francia. Veamos algunos ejemplos (aclaro que algunos de estos palacios no están dentro de los límites de Recoleta, sino en zonas muy cercanas)
Familia | Año de inicio | Destino actual |
Paz | 1902 | Círculo Militar |
Anchorena | 1905 | Cancillería (Palacio San Martín) |
Fernández Anchorena | 1907 | Nunciatura (propiedad del Vaticano) |
Errázuriz | 1911 | Museo Nacional de Arte Decorativo |
Ortiz Basualdo | 1912 | Embajada de Francia |
Bosch | 1912 | Embajada de EEUU |
Madero Unzué | 1914 | Embajada del Reino Unido |
Álzaga Unzué | 1920 | Hotel Four Seasons |
Palacio Pereda | 1920 | Embajada de Brasil |
Duhau | 1930 | Hotel Park Hyatt |
Como se puede ver todas tienen un destino diferente al para el cual fueron diseñadas. Lo que ocurre es que representaban un estilo de vida que estaba desapareciendo. Por ejemplo en el Palacio Errázuriz vivía el matrimonio con sus dos hijos y el personal de servicio eran 32 personas. Eso no se pudo ni quiso sostener en el tiempo, y por eso las mansiones fueron gradualmente vendidas al Estado Nacional, a otros países como residencias del embajador y últimamente como edificio adjunto a modernos hoteles.
Un caso paradigmático se dio en la Familia Alvear. Los hermanos Carlos María, Josefina y Elisa de Alvear, nietos de Carlos María de Alvear y sobrinos de Torcuato de Alvear, viajaron a Francia hacia 1910 para contratar a un prestigioso arquitecto (René Sergent) para que les diseñara una mansión para cada uno, luego de haberse casado. Las tres tienen estilo y tamaño similar y hoy son respectivamente los Palacios Sans Souci (en Victoria, Prov. de Bs As), Errázuriz (Recoleta) y Bosch (Palermo). El arquitecto envió los planos del edificio, pero no vino nunca a supervisar las obras. La mayor parte de los materiales eran importados de Europa y eso provocó demoras durante la Primera Guerra Mundial. Hoy podemos apreciar el esplendor de esas viviendas cuando visitamos el Museo Nacional de Arte Decorativo, o cuando asistimos a un evento en el Sans Souci (actualmente se alquila para distintos tipos de eventos).
Como mencioné antes, estos son sólo ejemplos de esta tendencia. Hay muchas mansiones más, aunque menos destacadas, en la zona conocida como Palermo Chico, ocupadas mayormente por embajadas. Cuando paso cerca o visito alguno de estos palacios me surgen inevitablemente algunas reflexiones, teñidas por la visión que tenemos en el siglo XXI:
Actualmente sucede lo mismo con una clase alta más vinculada a la industria y los servicios, pero que vive más discretamente en modernas casas en el Gran Buenos Aires, protegidas de la vista por cuestiones de seguridad. Al mismo tiempo un alto porcentaje de la población vive en viviendas precarias. Cambian los protagonistas pero la desigualdad se mantiene.
Recoleta es más que un conjunto de mansiones y bellos jardines, es también un barrio con importantes ofertas culturales y de entretenimiento. Los porteños estamos acostumbrados, pero no deja de llamar la atención que una importante zona de esparcimiento diurno y nocturno esté rodeando un cementerio. En épocas normales es un placer sentarse a tomar algo en el tradicional café y bar La Biela, cuyo origen se remonta a mediados del siglo XIX. Desde 1950 tiene el actual nombre que proviene de famosos pilotos de carreras de autos que se reunían allí, como Juan Manuel Fangio y los hermanos Gálvez. Más tarde se contaban entre sus habitués los escritores Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Ernesto Sábato. Un espectáculo aparte lo ofrecen los turistas que se deleitan con los bailarines de tango o recorren los puestos de la Feria Artesanal buscando souvenirs.
La oferta cultural es también amplia y la encabeza el Museo Nacional de Bellas Artes, con su colección de arte argentino e internacional. El Centro Cultural Recoleta está orientado hacia los jóvenes y sus expresiones artísticas y alberga fundamentalmente exposiciones temporarias de muy diverso tipo.
El Museo Nacional de Arte Decorativo combina la belleza del Palacio Errázuriz que lo aloja, con sus propias colecciones y exposiciones temporales. Muy cerca, la Biblioteca Nacional con una arquitectura que contrasta en esa zona.
El barrio de Recoleta a través de sus paseos y su riqueza arquitectónica guarda la memoria de una Argentina que se sentía potencia, aunque ya tenía las desigualdades que se mantienen hoy día. Nos recuerda además su desarrollo a partir de una epidemia, que transformó para bien la ciudad. Esto nos brinda algo de esperanza, en el duro momento que nos toca vivir.
12 Comments
Muy bueno Jorge. Buena idea la recorrida por los lugares que pasamos a diario. Un comentario breve sobre lo que no está. En Guido al 2600 estaba la casa de la familia Menditeguy frente a la Residencia presidencial y en la otra esquina la casa de Nazar Anchorena. A mitad de cuadra la familia Barón. Que sería de Buenos Aires no ?
Muchísimas gracias Roly por tu aporte. Seguramente hay muchas más historias interesantes para contar. Lo bueno es que lo podemos disfrutar sin viajar tanto.
Muy buen recorrida por este Buenos Aires que va quedando de lo que fue
Impactante las ilustraciones y la recolección de lA epidemia
Valioso eesfuerzo
Volveremos a caminarlo por nuevos rumbos
Muchas gracias Julio por tus palabras.
Hola Jorge, excelente tu nota, como siempre. Exhaustiva, minuciosa, instructiva y amena. Un placer leerlo y tener otra mirada sobre este barrio., gracias, Mignon
Muchísimas gracias por tus palabras Mignon. Me encanta que te haya gustado!
Circular por Buenos Aires nos llena de esas bellezas y muchas otras que la embellecen, la arquitectura de este tipo me apasiona, aunque nada tengo que ver con esta profesion, solo admirarlas, gracias
Coincido con tu comentario. Muchas gracias
Gracias, Jorge.
Gracias por tu comentario Roberto
Muy buen comentario que resume historia, arquitectura, modus vivendi y reflexiones. Refiriendo al esperanzado párrafo final, lamentablemente la pandemia hizo que cerrara La Biela; esperemos que algún grupo emprendedor nos devuelva la posibilidad de disfrutar un rico capuchino en su barra o sus mesas.
Muchas gracias Jorge por tu comentario. Como vos espero que todo un símbolo, como es La Biela, no desaparezca.