Cuando uno elige lugares para visitar en un viaje surgen múltiples criterios de selección: atracciones turísticas que ofrece, recomendaciones de medios especializados y/o de personas que nos merezcan confianza, etc, etc. Cuando nos interesa la Historia y el Arte una buena elección suele ser visitar la capital de algún gran Imperio o Reino. Tiene lógica, ya que los reyes querían lucirse ante sus visitas mostrando sus palacios y embelleciendo especialmente la ciudad que elegían para vivir. Recorriendo ciudades como París, Londres, Madrid, San Petersburgo, Viena, etc, encontramos las grandes obras arquitectónicas que reflejan el pasado esplendor junto con museos y palacios que atesoran sus riquezas artísticas, no siempre obtenidas de forma honesta. Con actitud receptiva, podemos disfrutar de lecciones de Historia, Arquitectura y Arte mientras contemplamos el exterior y el interior de edificios construidos en distintas épocas y estilos. Muchos de ellos guardan colecciones artísticas que pertenecieron a los dueños de los edificios y que hoy, por suerte están accesibles para personas como nosotros, por el costo de una entrada.
Viena, ubicada geográficamente en el corazón de Europa Central o “Mitteleuropa”, es un muy interesante ejemplo de lo que comentamos antes. Entre 1867 y 1919 el Imperio Austro-Húngaro con capital en Viena, fue una de las principales potencias europeas y mundiales. En 1914 tenía una extensión de 676.000 Km2 y una población de casi 53.000.000 de habitantes, incluyendo una enorme diversidad lingüística, cultural y religiosa (15 nacionalidades, 12 lenguas y 7 confesiones religiosas).
Viena se convirtió en un prestigioso centro cultural, artístico e intelectual, especialmente en el período de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Lo paradojal es que en esa época se vivía una gran incertidumbre, y un desconcierto por las múltiples señales de la decadencia del Imperio. Al mismo tiempo había un florecimiento del Arte con el movimiento Secesión, en música con el apogeo de Gustav Mahler y los fuertes cambios que traía Arnold Schoenberg, en Ciencia con Sigmund Freud y su escuela, en Literatura con Hugo von Hofmannsthal y Stefan Zweig. A partir de 1880 crece la influencia de movimientos nacionalistas, socialistas y pangermánicos que, comienzan a desestabilizar el Imperio, junto a las tensiones con los pueblos eslavos que buscaban su independencia. Un claro ejemplo de estas contradicciones lo da Karl Lueger, un político abiertamente antisemita que funda el Partido Social Cristiano Austríaco y propone un programa demagógico, antiliberal y clerical. Buscaba así captar a los artesanos y pequeños burgueses, temerosos de perder posiciones en una sociedad en transformación por la industrialización, y por la llegada masiva a Viena de gente desde distintas partes del Imperio. En 1895 gana las elecciones para Alcalde, pero recién asume en 1897 porque dos veces veta el Emperador Francisco José I su nombramiento. Lueger se ganó la admiración de Adolf Hitler que lo calificó como “el alcalde alemán más grande de todos los tiempos”. En este contexto, es que buena parte de los más destacados artistas e intelectuales son de origen judío. Entre ellos podemos nombrar a S. Freud, G. Mahler, A. Schoenberg, S. Zweig y T. Herzl, periodista y escritor que asiste como corresponsal en París de un diario vienés al juicio a Dreyfus. En ese clima de fuerte antisemitismo, concibe la idea de que la única solución posible para los judíos es tener su propio estado, dando origen al Sionismo.
Hasta 1850 la ciudad de Viena tenía una ciudad interior (Innere Stadt), rodeada por murallas que venían de la época en que el Imperio Otomano la asediaba frecuentemente. Entre 1857 y 1865 se demolieron las murallas y en su lugar se abrió una amplia avenida y, junto a la misma se construyeron imponentes edificios públicos y parques, que redefinieron el carácter de la ciudad. Este plan tuvo varios objetivos: embellecer la ciudad, hacer una zona de transición entre el centro aristocrático y los suburbios burgueses y obreros, tener grandes avenidas que facilitaran la circulación y a las fuerzas de seguridad el control del orden público.
Los principales edificios que se construyeron junto al Ring (un anillo de avenidas) fueron el Parlamento, el Ayuntamiento, la Universidad de Viena, los Museos de Historia del Arte y el de Historia Natural y la Ópera Estatal.
Es difícil elegir entre las muchas opciones que ofrece Viena para una visita. Creo que podríamos agruparlas así:
Viena imperial con sus palacios (Hofburg, Schönbrun y Belvedere) y los muchos monumentos imperiales.
Viena musical con su Ópera, Amigos de la Música (sede de la Filarmónica de Viena), espectáculos dedicados a la familia Strauss y los valses y las numerosas casas de músicos famosos que vivieron en Viena.
Viena artística con magníficos edificios asociados al movimiento Secesión y los maravillosos museos de arte: Museo de la Historia del Arte, Palacio Belvedere con algunas de las más famosas pinturas de G. Klimt, Museo Leopold (especializado en Egon Schiele), y el resto de los museos del complejo Museum Quartier, además de una de las mejores colecciones de Arte Gráfico en el Albertina.
Viena central (Innere Stadt) con sus elegantes calles antiguas, la Catedral de San Esteban y varias iglesias barrocas, sus monumentos y los famosos cafés vieneses.
Viena del Ring con sus monumentales edificios y sus cuidados parques
Hay numerosas atracciones que quedan fuera de los grupos anteriores, como KarlsPlatz, la casa-museo de Sigmund Freud, el parque de diversiones Prater, el Donaukanal (canal de desvío del Danubio), el Naschmarkt (mercado callejero con venta de mercadería y puestos de comida), etc.
Como se ve hay muchas cosas interesantes para conocer en Viena, y dependiendo del tiempo que se disponga, habrá que decidir qué se elige para este viaje y qué queda para un futuro regreso.
Como ejemplo de recorrido voy a tomar la Viena artística, ya que comprende obras al aire libre y en museos. Hacia fines del siglo XIX un grupo de artistas vieneses (pintores y arquitectos), rechazando el arte académico deciden formar una asociación a la que denominan Secesión (Secession o Sezession). En ese grupo liderado por Gustav Klimt participan, entre otros, Kolomon Moser y el arquitecto Joseph Olbrich, quien construirá el emblemático edificio de la Secesión. Su lema es “A cada tiempo su arte y a cada arte su libertad”.
Este movimiento se encuadra en uno más amplio, que se desarrolló en esa época en diversos países de Europa bajo el nombre genérico de “Modernismo”. Las distintas versiones toman los nombres de “Art Noveau”, “Jugendstil”, “Liberty” y en Viena “Secesión”. La idea es armonizar los adelantos técnicos con la búsqueda de la belleza.
Caminando las calles de Viena uno encuentra excelentes ejemplos de aplicación de estos principios a edificios de departamentos, estaciones de subterráneo, etc.
La recorrida sigue con la obra pictórica de Gustav Klimt que podemos encontrar en el Palacio Belvedere, entre ellas dos de sus obras más famosas: “El beso” y “Judit I”. Allí también están obras emblemáticas de su discípulo Egon Schiele.
El atracón de arte se puede continuar con una visita a uno de los mejores museos de arte de Europa, el Museo de Historia del Arte (Kunsthistorisches Museum). Además de valiosas obras de pintores italianos como Caravaggio, Rafael, Tiziano, Tintoretto, Veonés, etc, hay una importante colección de Pieter Bruegel el Viejo, Rembrandt, El Bosco, etc y el mismo edificio que alberga estas obras es también una obra de arte.
En el año 2001 se inauguró una zona dedicada al arte llamada Museum Quartier. Está formada por museos de arte moderno, entre ellos el que tiene la mejor colección de obras de Egon Schiele, el Leopold Museum. Hay además lugares de descanso y locales gastronómicos. Como vemos el alimento espiritual y el material se dan la mano.
Finalmente para el que le interese en especial el arte gráfico está el Albertina, con su colección de dibujos que abarca desde Miguel Ángel y Rafael, pasando por Durero y Goya hasta G. Klimt, E. Schiele y A. Warhol.
Creo que lo mejor es combinar los temas de mayor interés, con paseos distendidos por las calles y parques.
Para terminar quiero dejarles un texto que habla sobre Viena. El escritor italiano (nacido en 1939 en Trieste) Claudio Magris, es uno de los mayores especialistas en Europa Central y lenguas germánicas. En 1986 publicó uno de sus libros más famosos, “El Danubio”, donde narra un viaje por el Danubio desde sus fuentes en Alemania, hasta su desembocadura en el Mar Negro, pasando obviamente por Viena. Extraje un breve fragmento, donde cuenta su visita a la Casa-Museo de Sigmund Freud.
BERGGASSE, 19
Cuando estaba él iba poca gente, ahora va todo el mundo, dice el taxista que me lleva a la casa y al estudio de Freud. Esas habitaciones son famosas, también yo he estado en ellas varias veces, pero cada vez la impresión que me producen es profunda, se advierte en esta atmósfera el respeto y la paterna melancolía con las que ese señor ochocentista descendió al Caronte. En el vestíbulo se ven sombrero y bastón, como si Freud hubiera acabado de llegar; hay un maletín de médico, un baúl de viaje y una botellita con una funda de piel, la cantimplora que llevaba consigo en los paseos por los bosques, que amaba con la precisa cotidianeidad del padre de familia.
Las fotografías y los documentos que llenan el auténtico y verdadero estudio, retratos de Freud y de los restantes fundadores de la nueva ciencia o ediciones de textos famosos, son banalmente ilustrativos; esto ya no es el estudio de Freud, es un museo didáctico del psicoanálisis, ya casi reducido a esa fórmula estereotipada que ahora resulta obligatoria en cualquier discurso.
Pero en la pequeña sala de espera quedan unos cuantos libros de la verdadera biblioteca de Freud: Heine, Schiller, Ibsen, los clásicos que le enseñaban la discreción, el rigor y la humanitas indispensables para descender a los infiernos. Ese bastón y esa cantimplora proclaman toda la grandeza de Freud, su sentido de la medida y su amor por el orden, su sencillez de hombre decidido y sin manías, que –adentrándose en los remolinos de las ambivalencias humanas- aprende y enseña a amar todavía más, con más libertad, esas excursiones familiares por el monte.
De todo esto ha quedado poco en los congresos psicoanalíticos en los cuales, con frecuencia, confusas peroratas sin sentido, ignorantes de la sintaxis, degradan el psicoanálisis a su involuntaria parodia, aplicando el complejo de Edipo a los problemas de la limpieza urbana o de la serpiente monetaria. Los herederos de Freud no son los vaporosos ideólogos que utilizan con espectacularidad el psicoanálisis como un cliché, sino los terapeutas que, con paciencia, ayudan a alguien a vivir un poco mejor. Ese modesto y tranquilizador maletín de piel me hace pensar en todos aquellos a quienes debo la escasa seguridad que poseo, la mínima y necesaria capacidad de convivir con mis oscuridades.
Al final de la Himmelstrasse, una hermosa vista panorámica en el bosque vienés, un monumento alzado en 1977 en el lugar llamado Bellevue, dice, no sin énfasis: “Aquí, el 24 de julio de 1895, al Dr Sigm. Freud se le reveló el secreto de los sueños”. Resulta divertido pensar en ese Señor Secreto, que, al igual que un impostor en una comedia, arroja al final la máscara. Se piensa más bien en aquel paisaje y en Freud que lo contempla, leyendo en los perfiles curvilíneos de la ciudad lejana un mapa de los meandros interiores, nunca del todo explorados. En esa inscripción retórica conmueve el “Dr.” ese “Doktor” con resonancias de académica dignidad, de estudios severos y realizados no sin orgullo.
En Viena, si bien el paisaje de los alrededores es muy agradable, con bosques, suaves colinas y el proverbial orden y prolijidad de los austríacos, el fuerte está en la ciudad. Con esa combinación de Historia, Arte, Música y Arquitectura, podemos disfrutar unos cuantos días, y degustar en sus calles ese pasado imperial que se nos muestra a cada paso.
19 Comments
Una hermosa invitación para ir a Viena: los que todavía no estuvieron y los que queremos volver a disfrutarla.
Muchas gracias Daniel. Espero que pronto puedas disfrutarla
Muy bueno Jorge. Invita a volver. Fuimos una sola vez de egresados en invierno. Los bosques tapizados por hojas amarillas.
Que lindo Viena!!!! Y con lo que compilaste y escribiste la podemos revivir en la memoria
Muchas gracias Roly. Hay que tratar de volver a los lugares que nos gustaron porque ni el lugar es el mismo ni tampoco uno.
Un placer la lectura, las ilustraciones y la música. En época de pandemia el viaje es una ilusión del espíritu. Estuve en los lugares nombrados pero la historia, muchas veces nefasta, permanece oculta. Gracias Jorge Mandelbaum por exhibir todas las facetas de la capital austriaca.
Muchas gracias Silvia. Europa tiene esa característica, por un lado nos maravilla y por otro aparecen los espectros del pasado.
Que lindo Viena!!!! Y con lo que compilaste y escribiste la podemos revivir en la memoria
Muchísimas gracias Alberto. Cuando viajamos a lugares tan atractivos el recuerdo es imborrable.
Gracias Jorge, por tan interesante paseo.
Me alegra Roberto que te haya gustado
Como siempre Jorge, aprendiendo mucho de tus viajes, esperemos pronto poder visitar Viena.
Muchas gracias Tomás. Espero que puedas concretarlo pronto.
Homenaje profundo a un Viena Imperial .Imperdible comentario
Muchas gracias
Me alegro que te haya gustado Julio. Muchas gracias
Muchas gracias!!!
Mi familia materna era del Imperio Austro-Húngaro. Vivieron entre Hungría y Viena hasta que el nazismo los obligó a emigrar a la Argentina..
Muchas gracias Ana por tu comentario.
Que bueno Jorge, gracias, musica (hasta klezmer), edificios emblematicos, arte, historia, estuvimos varias veces en Viena, recorrimos casi todo lo que mencionas, hasta una vieja sinagoga muy custodiada, y tambien en Sarajevo antes de ser destruida por la guerra balcanica,
con una historia enorme (casi 24 hs. sin descansar), FELICITACIONES POR TU DEDICACION
Muchísimas gracias Leo por tu comentario. La idea es que a los que ya estuvieron les permita evocar recuerdos y a los que no los entusiasme a viajar, porque en mi opinión vale la pena.