En Europa a veces coincide la capital política con la capital económica de un país. En el caso de Italia, al enorme peso histórico y político de Roma, se contrapone una ciudad que se ha erigido no sólo en el mayor centro de desarrollo económico de su país, sino en uno de los polos de la Unión Europea. Estamos hablando de Milán, una ciudad que supo combinar sus tradiciones artísticas, con una dinámica industrial y comercial de primer nivel.
Algo que ayudó al desarrollo político y económico de Milán es su ubicación geográfica en la gran Llanura Padana y, al igual que Verona (ver la entrada Verona (Italia): una atractiva ciudad), está en un importante cruce de caminos que conecta a esta zona, a través de los Alpes, con los países del Norte y Oeste de Europa.
Milán es la capital de la Región de Lombardía, una de las regiones más grandes, más pobladas y con mayor ingreso/cápita de toda Italia. La población de Lombardía se expandió rápidamente después de la Segunda Guerra Mundial, asociada a la recuperación de la industria y al desarrollo del sector de servicios. Es interesante que la mayor migración fue interna, con italianos provenientes de regiones más pobres, especialmente del sur de Italia.
Al igual que otras importantes ciudades de Italia Milán tuvo una historia tumultuosa, ya que fue conquistada por diversos pueblos que codiciaban su ubicación, en una fértil llanura regada por dos importantes ríos afluentes del Po, el Adda y el Tesino.
Luego de su fundación por los celtas del Norte de Italia en el 400 a.C., fue conquistada por los romanos en el 222 a.C. que le dieron el nombre de Mediolanum, del que luego derivó Milán (o Milano en italiano). En el 292 d.C. pasa a ser la capital del Imperio Romano y posteriormente del Imperio Romano de Occidente, hasta que es arrasada por los hunos en el año 450.
Comienza un período de inestabilidad, por las guerras entre los ostrogodos (pueblos germánicos que ocuparon gran parte de Italia) y los bizantinos. Entre los siglos VII y XI comienza un período relativamente más estable y próspero con el dominio lombardo, luego con el gobierno de Arzobispos y más tarde de la poderosa familia Visconti. A éstos les suceden los Sforza hacia mediados del siglo XV. Vale la pena detenernos a conocer un poco más la historia de los Sforza, ya que visitando Milán nos encontramos con varias obras arquitectónicas de ese período.
El fundador de la dinastía Sforza de Milán fue Francisco I Sforza, un condotiero, es decir un mercenario que luchó para los ejércitos de varias Ciudades-Estado. En 1450, en Milán se había extinguido la descendencia de los Visconti y, en medio de hambrunas y disturbios el Senado de Milán le ofrece el Ducado a Francisco Sforza. Su gobierno, que duró hasta su muerte en 1466, resultó pacífico, próspero económicamente y con un interesante desarrollo cultural. Lo sucedió su hijo mayor Galeazzo María Sforza, famoso por ser un mecenas de músicos, pero también por ser cruel y lujurioso. Muere asesinado en 1476, a los 32 años y le sucede su hijo Gian Galeazzo Sforza de 7 años. Su tío, Ludovico Sforza, hermano menor de Galeazzo María, asume como regente del joven duque, pero en la práctica le arrebata el poder.
Ludovico conocido como “el Moro”, por su tez morena, recibió una esmerada educación en letras, artes y lenguas, además de la habitual formación para la guerra. Si bien no estaba en la línea sucesoria, con la regencia de su sobrino y, a la muerte de éste a los 25 años, asume como duque de Milán. Ludovico fue el más famoso de esta dinastía, particularmente porque fue el que contrató a Leonardo da Vinci y al arquitecto Donato Bramante. La debilidad de origen de la dinastía de los Sforza, exigía que los duques se rodearan de una corte poblada por músicos, artistas, arquitectos, ingenieros e intelectuales que con su prestigio enaltecieran el Ducado.
Ludovico emprendió importantes obras de ingeniería civil (canales) y militares (fortificaciones), mejoró la ciudad de Milán, desarrolló la agricultura y la ganadería, la industria de la seda y la de los metales. Se casó en 1491 con Beatriz de Este, hija del Duque de Ferrara, una joven refinada y amante de las fiestas. Siguiendo la tradición familiar, tuvo numerosas amantes que le dieron hijos ilegítimos.
No le fue tan bien a Ludovico en el campo militar, y los franceses junto con sus aliados tomaron Milán en 1499. Siguen períodos de dominio intermitente de los franceses hasta que vuelve a los Sforza, con el ducado de Francisco II que dura hasta su muerte en 1535. Al no tener descendencia, el ducado pasa a Carlos V y a su hijo Felipe, con lo cual el dominio español alcanza también a Milán y se prolonga hasta 1706. En ese año los austríacos se apoderan de Milán y su dominio se extiende hasta la invasión napoleónica de Italia. En 1805 se crea el Reino de Italia, tributario a Napoleón, que dura hasta 1814. Como vemos, Milán fue siempre una joya codiciada por las potencias de Europa.
El siglo XIX fue el marco en el que Italia logró la ansiada unificación conocida como Risorgimento (Resurgimiento). Fue un largo y complejo proceso donde coexistieron las luchas y las negociaciones. Finalmente, el Reino de Italia encabezado por Vittorio Emanuele II, se logró recién en 1861. Aún algunas regiones del norte de Italia y de Dalmacia se incorporaron recién en 1919, tras la derrota austríaca en la Primera Guerra Mundial.
En el siglo XX Milán tuvo un gran protagonismo político, asociado a su importancia como centro económico de Italia. Inspirados en la Revolución Rusa de 1917, grupos anarquistas y socialistas forman en las fábricas de Turín (sede de Fiat) y Milán los “Consejos de fábrica”, que promueven la participación de los obreros en la toma de decisiones. Este período (1919-1920) conocido como “Bienio Rojo”, provocó graves tensiones laborales y movilizó a las masas obreras. Como reacción, un ex-socialista, Benito Mussolini, lanza un movimiento en Milán que se convertiría más tarde en el Partido Nacional Fascista (PNF), que dominará Italia hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Como contrapartida, Milán y en general el Norte de Italia, se convertirá a partir de 1945 en los motores de la reconstrucción económica de Italia, ya convertida en República.
También Milán cobra mayor relevancia política hacia finales del siglo XX, con el ascenso al poder de Bettino Craxi por el Socialismo, y más tarde con Silvio Berlusconi por la centro-derecha.
Conociendo Milán
Las imágenes más reconocibles de Milán giran alrededor de la Piazza del Duomo, con dos construcciones icónicas, el Duomo (Catedral) de Milán y la Galería Vittorio Emanuele II.
El Duomo es una de las iglesias más grandes del mundo, con 157 m de largo, cinco naves (una central y cuatro laterales), capacidad para hasta 40000 personas y más de 2000 esculturas. A pesar de su tamaño colosal, se la ve liviana en su resplandeciente mármol blanco y su afiligranada silueta propia del estilo gótico internacional, atrapando nuestra vista. Su construcción comenzó en 1386 durante el gobierno de Gian Galeazzo Visconti, quien buscaba así prestigiar Milán. La fachada fue terminada recién a principios del siglo XIX.
El otro ícono del lugar es la Galería Vittorio Emanuele II, un paseo y centro comercial terminado en 1877. Es un maravilloso edificio, conformado por dos arcadas con techo de vidrio que en su cruce forman un octógono.
Allí hay negocios de ropa de alta costura junto a cafés y restaurantes de larga tradición en Milán. Es un paseo obligado para locales y turistas, por su refinamiento y por ser un precursor de los actuales Shopping Center.
Saliendo de la Piazza del Duomo nos encontramos con Piazza Mercanti que, en la Edad Media fue el centro de Milán. Hay varios edificios importantes, como el Palazzo della Ragione de Milán, un edificio construido en 1228, donde se reunía el Consejo de la ciudad y se hacían las audiencias de los tribunales.
Otro es la Loggia degli Osii, un edificio del siglo XIV desde cuyo balcón se anunciaban al pueblo las ordenanzas y sentencias.
También en Piazza Mercanti está la Casa Panigarola o Casa de los Notarios del siglo XV, donde se desarrollaban actividades notariales.
A corta distancia entramos en la Piazza Cordusio y seguimos por vía Dante, una animada zona muy transitada por locales y turistas, que atraviesa locales gastronómicos y comerciales. Siguiendo, tras unos 700 m, llegamos al imponente Castello Sforzesco (Castillo de la familia Sforza).
Es un castillo de planta cuadrada con 180 m por lado, cuatro torres cilíndricas en las esquinas y una torre en su entrada conocida como Torre de Filarete (por el nombre del arquitecto que la diseñó). La construcción se inició en el siglo XIV, por iniciativa de la familia Visconti que gobernaba Milán. Dado que tanto los Visconti, como luego los Sforza eran señores de la guerra, el castillo sufrió numerosos ataques, reconstrucciones y mejoras a lo largo de la Historia. El período de mayor esplendor se vivió durante el gobierno de Ludovico el Moro ya que éste, para aumentar su prestigio, invitó a la Corte a artistas e intelectuales y organizaba frecuentas fiestas en las que deslumbraba a sus invitados.
El castillo contiene un Museo de Arte en el que podemos encontrar una sala con su techo decorado por Leonardo da Vinci y una sala dedicada a la Pietá Rondanini de Miguel Ángel.
Leonardo da Vinci en Milán
En 1482, con treinta años de edad, Leonardo deja Florencia para dirigirse a Milán, donde vivirá los próximos 17 años. Qué motiva a Leonardo a dejar Florencia, un centro artístico consolidado, para ir a Milán?
Milán triplicaba a Florencia en tamaño y era gobernada de hecho por el poderoso Ludovico Sforza. Leonardo ve una oportunidad en esa corte, porque a él lo atraían los líderes fuertes, el entorno intelectual, y aspiraba a vivir con comodidad bajo la protección de los Sforza. A poco de instalarse, le envía una carta a Ludovico ofreciendo sus servicios. Lo interesante es que el 90% de la carta habla de sus habilidades para diseñar y construir elementos de uso militar y, sólo al final, dice “También puedo esculpir en mármol, bronce y yeso, así como pintar, cualquier cosa tan bien como el mejor, sea quien sea.”
Conociendo que los Sforza estaban frecuentemente en lucha con otras ciudades-estado, Leonardo se imaginó que su atractivo podría estar en la ingeniería militar. Sin embargo, sus grandes logros en Milán tuvieron que ver con las obras de arte que realizó allí y con su habilidad para producir llamativos espectáculos para las fiestas de la Corte de Ludovico. Esto que hoy nos parece un desperdicio del tiempo y talento de Leonardo, en su momento fue muy valorado.
El primer encargo que recibió Leonardo en Milán, fue una pieza de altar para una hermandad religiosa. Como resultado existen hoy dos versiones de la obra, ambas conocidas como “La Virgen de las rocas” (la primera en París-Louvre y la segunda en Londres-National Gallery).
De este período hay un hermoso retrato que pintó por encargo de Ludovico el Moro, “La dama del armiño (Cecilia Gallerani)”, que es nada menos que el retrato de su amante favorita.
Pero la obra que acrecentó la fama de Leonardo y hoy es una atracción turística de Milán es “La Última Cena”, realizada en la pared del refectorio de Santa María delle Grazie entre 1495 y 1498. La obra tiene 460 cm de alto por 880 cm de largo y lamentablemente, debido al método utilizado por Leonardo para pintar, se encuentra muy deteriorada.
Con la derrota de Ludovico ante los franceses, Leonardo se queda sin su protector y deja Milán a fines de 1499. Recorre varias ciudades de Italia hasta regresar a Florencia, donde desarrolla una de sus etapas artísticas más productivas. Volverá a Milán entre 1508 y 1511 al servicio del gobernador francés Charles d’Amboise, para dedicarse a la pintura y a los estudios científicos. Si bien la fama posterior la alcanza mayormente como pintor, Leonardo se interesaba por temas tan diversos como obras de ingeniería, dispositivos para volar, el cuerpo humano, la flora y la fauna y muchos temas más.
Recorriendo Milán
Es un placer recorrer barrios no tan asediados por los turistas como Brera, con sus tiendas de antigüedades y galerías de arte. En él se encuentra la Pinacoteca de Brera con una excelente colección de obras, mayormente de artistas italianos.
Si el interés está en el arte italiano del siglo XX, está el Museo del Novecento junto a la Piazza del Duomo. Tiene una espléndida colección de arte futurista (ver la entrada Pintura italiana de 1850 a 1920).
Muy cerca del Duomo está otra joya cultural de Milán, el Teatro alla Scala. Fue inaugurado en 1778 y en él se han estrenado muchas óperas famosas. Los más celebrados cantantes de todos los tiempos han actuado allí, lo que aumentó su prestigio.
Cuando en Italia hablamos de canales rápidamente pensamos en Venecia. Sin embargo también Milán tiene sus canales, aunque mayormente están bajo la ciudad. Las excepciones son dos canales, Naviglio Grande y Naviglio Pavese que le dan nombre al barrio Navigli, que por lo pintoresco, por sus bares y restaurantes y por su vida nocturna, lo convirtieron en una atracción turística.
Recorriendo las calles de Milán encontramos numerosas tiendas que exhiben objetos de diseño, incluyendo tanto objetos de vestir como muebles y decoración. Es que Milán es una de las capitales mundiales del diseño. Creo que la combinación del carácter emprendedor de los milaneses, con la herencia artística que uno encuentra en sus calles, iglesias y museos, explican este merecido éxito.
Milán ha querido también mostrar cómo se proyecta al futuro con la construcción de un conjunto arquitectónico de primer nivel mundial. Se trata de CityLife, un conjunto residencial y de oficinas, ubicado en el antiguo predio que ocupaba la Feria de Milán. Se lo conoce como “Tres Torres”, ya que junto a un centro comercial a bajo nivel se han construido edificios de oficinas con un diseño llamativo. Hay un amplísimo parque peatonal y todo el movimiento de vehículos y estacionamiento es subterráneo.
Torre Isozaki: conocida como “el recto”, diseñada por el arquitecto japonés Arata Isozaki, es la más alta de las tres, con 209 m.
Torre Hadid: conocida como “el torcido”, diseñada por el Estudio Zaha Hadid, tiene 177 m de altura y llama la atención por el efecto de torsión que la dinamiza.
Torre Libeskind: conocida como “el curvo”, diseñada por el arquitecto Daniel Libeskind, tiene 175 m de altura y una forma curva que corresponde a una parte de una esfera ideal.
Todo el conjunto es sumamente atractivo, porque prefigura una nueva Milán, exitosa como en el pasado y enfocada en el futuro.
En el pasado usé Milán como punto de entrada o salida de Italia. Después de esta visita, me gustaría volver para conocerla más profundamente.
6 Comments
Lo mejor tu comentario..Tu visita a Milán fue una estupenda muestra de una ciudad moderna con una historia riquísima.Envidiable visita.Mu has gracias
Muchísimas gracias Julio!
Maravilloso, una Milan que conoci hace mucho, y ahora me propongo volver, aunque confieso que este articulo hace un recorrido actualizado yespectacular que me fascino por lo completo, gracias Jorge
Muchas gracias Leo. Vale la pena volver y descubrir que es mucho más que una ciudad de paso.
Me da mucho placer descubrir en tu texto la peculiaridad del viajero. La vida moderna y sus costumbres nos hace turistas, la mayor parte con un dinero y un tiempo acotados. Estuvimos en Milán en varias oportunidades pero nunca nos quedamos lo suficiente como para explorarla sin prisa. Por suerte, sí la disfrutamos en sus puntos más conocidos por todos. Muchas gracias, Jorge: un deleite.
Silvia, me emocionan tus palabras. Muchísimas gracias!